diciembre 07, 2007

Paul Lafargue

‘El trabajo en la URSS es una obligación y una causa de honor de cada ciudadano apto para el mismo, de acuerdo con el principio de ‘el que no trabaja no come’.

Diccionario Filosófico de MM Rosental, Ediciones Políticas Moscovitas, Moscu, URSS

Hacia mediados de la década de 1990 un profesor de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires apostó que nadie le podía mencionar un autor marxista francés importante que hubiera escrito hasta la década de 1950. Digamos, en la etapa del marxismo clásico. Apostó que el que se lo dijera, tenía aprobada la materia. Y aclaró en seguida: no vale decir Paul Lafargue, es un autor menor y se hizo famoso por ser el cuñado de Marx.

Sin embargo, PL fundó tres partidos socialistas en el mundo latino (el portugués, el francés y el español), fue dirigente activo de la Comuna de Paris y de la 1º y la 2º internacional. Considerado un marxista menor (como quería nuestro profesor), no leído más que en que su época como un divulgador, sus escritos fueron traducidos a cuatro lenguas y tuvieron amplia difusión entre los círculos de obreros) parece ser objeto de múltiples miradas que ponen en duda esta posición relegada en el pensamiento emancipador.

Mientras corregía su El derecho a la pereza (escrito en 1870 en Londres y publicado por entregas en el semanario L`Égalité durante la década de 1880) en la prisión de Sainte-Pélagie, confirmaba la primera frase que ironizaría con los ‘espectros’ del Manifiesto comunista y apuntaría a uno de los núcleos de la retórica de izquierda: ‘Una extraña locura domina a las clases obreras de las naciones obreras donde reina la civilización capitalista; (…). Esa locura es el amor al trabajo’.

Era criollo por antonomasia, hijo de un judío francés y de una mulata haitiana, se educó los primeros años de su vida en Santiago de Cuba. En la década de 1860 estudia medicina en Paris, conoce a Proudhon y es expulsado de la Universidad por un discurso en el Congreso Internacional de Estudiantes. Viaja a Londres ante el Consejo de la 1º Internacional y conoce a Marx, se convierte en su secretario. Marxista pero libertario y gran burlón, escribió obras de teatro como Pío IX en el Paraíso (1871) y la Religión del capital (1887). Rabioso anticlerical, pero desconfiado también de a la religiosidad laica de la civilización burguesa, marido de Laura Marx, la redacción de El Derecho a la pereza fue simultáneamente una apología y una critica despiadada a la cultura de la clase obrera anglosajona del Siglo XIX. Repudio a la sociedad organizada sobre el trabajo y a la comunidad que prohíbe todo lo que no sea productivo. Su utopismo hacia de la nueva sociedad proclamaba una abundancia de bienes materiales pero también espirituales, de tal forma que sería una sociedad de ‘más cristianos que el papa’. Según sus comentaristas, la pereza y los placeres promovidos en la crítica de Lafargue son la del linaje literario de Rebeláis: la vida como celebración, el vitalismo; rasgos que siempre desestabilizaron al marxismo ortodoxo: ‘seamos perezosos en todo, excepto en amar y en beber, excepto en ser perezosos’.

El ‘cubano’ tenia un socialismo demasiado latinizado para la ciencia-política estricta del propio Marx, su propio estilo de vida despreocupado hacia enardecer la moral puritana de Marx y su rigurosa jerarquía burguesa-judía, llegó a firmar en una carta a Engels: ‘El amor verdadero se manifiesta en la reserva, la modestia e incluso en la timidez del amante ante su ídolo, y no en la libertad de la pasión y las manifestaciones de una familiaridad precoz. Si Vd. defiende su temperamento criollo, es mi deber imponer la razón entre ese temperamento y mi hija’. En fin, las des-virtudes de los trópicos y el pensamiento de izquierda o las aventuras de la razón criolla.

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