octubre 06, 2006

mar del tuyú

El Brasil me ha afectado en demasía. La fuerza negra, esa sensualidad de los requiebros, mil territorialidades en tecnicolor y al mismo tiempo todo el horror - caminas por la calle saltando aire perezoso. Claro que el precio es alto: el portuñol; inútil resistir la aviesa interferencia. Sin embargo, esa tensión entre dos lenguas que son una el error cercano de la otra, es en sí poética: juego de la distorsión. Así que es más liviano entregarse y perpetrar, con el portuñol, la destrucción simultánea de dos lenguas. En algún alto nivel de delirio, el español y el portugués se juntan, se confunden: o recuperan su hermandad síamesa, o restauran, como quería Benjamin, una "lengua pura". Ahora, hay que estar muy alto para alucinar esa fluxión-fusión. Si, como dice Artaud, el espíritu reside en el hígado, se comprenderá que, la mayoría de las veces, los efectos de esa interferencia sean catastróficos: el español... se pierde... Lo exasperante de esa perdición ayuda a entender, quizás, la avidez con que ciertas expresiones son "cazadas" y engarzadas, en el fulgor de la distancia, como una piedra en el anillo.

N.Perlongher

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cha no aji
de Katsuhito Ishii
Japon, 2004, 142 minutos